26 noviembre 2006

El fracaso de la soledad.

En el momento flamante, la luz que atraviesa el cubículo promete al herederoun tiempo nuevo en otro lugar, pero solo, y envuelto en sí mismo, abrazadounicamente por esa frívola luz que lo supo engañar al menos por un instante.Al segundo momento se aparece un objeto nuevo, que demuestra suobvia pertenencia a alguien más. El brazo de quien primero lo abrazará.El heredero se despereza en un llanto de impunidad y decepción.- Bienvenido al mundo!.La frase incompresible para el nuevo humano lo aqueja aún más.- ¡No estoy sólo, no estaré nunca mas solo!.
El tiempo se fue convirtiendo en su amigo más fraudulento. Bajo un nuevo techo, una cantidad inconcebible de brazos, una comunidad de ruidos molestos, un complejo laberinto de donde nunca saldrá; el heredero tomó la forma del mortal que siempre anheló la soledad, quien protegiendose de si mismo se conoció y complació como el mejor de los amantes.
- El tejido del tiempo se estrecha, se endurece y la mano puedo sentirla aún más lenta.El tiempo no es mi enemigo, no es el que me corre y sofoca por temerle a la pereza y al desgano, a la súbita muerte que puede pasar inminente. ¡No!. El tiempo no es mi enemigo. El tiempo es la víctima de si mismo, quien impone infinitamente que la muerte le es imposible y que él representa su agonía, quien lo ahoga por saber que hay infinitamente toda la crueldad que asimila. El tiempo es el hombre sordo, manco, mudo, pero con los ojos mas abiertos.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Lo que subyuga a cualquier ser humano no es la soledad, sino el excesivo tiempo que pase consigo mismo.
No busque nunca algo que la aleje de la soledad, sino alguien que la aparte de su misma existencia. Sólo cuando se comparta con alguien más, el tiempo dejará de ser la espada de Damocles que pende de un hilo de vida sobre su cama.