27 julio 2010

Jureles

El pescado es algo bastante espantoso si se le practica una cirujía con el tenedor.
Por ejemplo dos o tres pedazos de vaya a sabér que parte del cuerpecito, aplastadas una contra otra dentro de una lata de una marca irrepetible son ultrajadas en un acto de desenfreno.
El tenedor descongela la imagen a modo de azotes de arriba hacia abajo y en algun momento recoge un par de cosas más duras y otras tantas viscosas temiendo encontrar algún ojo fuera de contexto. Claro, ahora la excitación baja de una manera directa y proporcional a la sensación de hambre.
No no. No es el modo. No queda más que cambiar de plan y vaciar la lata directamente en algun orcojuelo cóncavo. De esa forma los dos pedazos ya casi estropeados se muestran como parte y figuran de una manera más pictórica que sí pertenecieron a algún pescado y no son parte de algún monstruo de la noche.
Se parte a la mitad, se busca la columna, se retira y se toma aire. Porque realmente es desagradable andar hurgando ahí y uno justifica todo ese sacrificio esperando un resultado muy satisfactorio al paladar.
Tan torpemente se pone en el pan y se come, que luego todo ese aire apescalado y espeso empieza a dibujar las imágenes del desmenuzado que se mueven como locas y matan el hambre a arcadas.

Seré un sabor más suave al del atún y menos sofisticado al salmón, pero soy Jurel y me han nombrado coronel. Tápese los ojos y tenga un buen Provecho!