27 julio 2010

Jureles

El pescado es algo bastante espantoso si se le practica una cirujía con el tenedor.
Por ejemplo dos o tres pedazos de vaya a sabér que parte del cuerpecito, aplastadas una contra otra dentro de una lata de una marca irrepetible son ultrajadas en un acto de desenfreno.
El tenedor descongela la imagen a modo de azotes de arriba hacia abajo y en algun momento recoge un par de cosas más duras y otras tantas viscosas temiendo encontrar algún ojo fuera de contexto. Claro, ahora la excitación baja de una manera directa y proporcional a la sensación de hambre.
No no. No es el modo. No queda más que cambiar de plan y vaciar la lata directamente en algun orcojuelo cóncavo. De esa forma los dos pedazos ya casi estropeados se muestran como parte y figuran de una manera más pictórica que sí pertenecieron a algún pescado y no son parte de algún monstruo de la noche.
Se parte a la mitad, se busca la columna, se retira y se toma aire. Porque realmente es desagradable andar hurgando ahí y uno justifica todo ese sacrificio esperando un resultado muy satisfactorio al paladar.
Tan torpemente se pone en el pan y se come, que luego todo ese aire apescalado y espeso empieza a dibujar las imágenes del desmenuzado que se mueven como locas y matan el hambre a arcadas.

Seré un sabor más suave al del atún y menos sofisticado al salmón, pero soy Jurel y me han nombrado coronel. Tápese los ojos y tenga un buen Provecho!

07 enero 2010

Oda al no individualismo

Recuerdo alguien diciéndome: 
“Los faisanes se dejan morir de hambre si su compañero se va”. 
Probablemente fue mi viejo, señalando el patio vecino de la calle Irala, donde ya quedaba uno solo, flaco y triste esperando a su otra mitad, o a la muerte.
Hay quienes fuimos enseñados mal y bien en distintas cosas como la de cuidar lo de uno, cuidarse a uno, uno está primero, uno es lo único que importa. Pasa que también hemos quienes, a pesar de eso, queremos ser un par, un siamés, un amor incondicional sin cruce sanguíneo; quienes ponemos primero el pensamiento en la otra mitad, pero guarda que la otra mitad se resquebraja y dice "pará, somos personas distintas, pará esto y aquello, pará, estoy pensando en mis cosas" (mis cosas son esas que no son vos).
Pero otra vez hemos quienes queremos ser uno de a varios, y que mis cosas sean tus cosas, entonces ante el frío del desplante temblamos, y comprendemos que sí somos individuos, individuales y debemos ser inviolables e incontrolables, ininvadibles y libres y hermosos por sí solos.
Y sí,  queremos eso también, pero de a pares, latiendo al unísono como tontos, mirando un cielo más grande con cuatro ojos.
Y el agobio? El agobio siempre se presenta, de uno u otro modo.