24 febrero 2007

Un cielo, dos nubes.


Las circunstancias me enfrían y me voy de nuevo al mar ese.
Me imagino sólo un cielo y dos nubes yendo y viniendo sin parar, como dos locos imantados que no saben lo que quieren y se chocan espásticos.
Llevo todo lo que ocupe lugar, más lo que no quiero llevar, más todas esas otras cosas que vienen sin preguntar, que están siempre ahí en cada rincón, como monitores con imágenes que se repiten, y uno ya no sabe a que mar irse, porque solo vé un cielo y dos nubes yendo y viniendo sin parar, como dos locos desesperados que saben que se quieren y se chocan impotentes.

18 febrero 2007

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En vísperas de lo que se sabe bien, uno tiene tantos motivos innecesarios para sentirse mal que seguramente hará algo impensado y que luego repercutirá de muchas maneras posibles y en su mayoría indeseadas.
Es lógico el cambio de pareceres de una y otra esquina, es lógico que los músculos se tensen y un mar recorra las caras, son lógicos los olvidos momentáneos y la tormenta de misiles.
Lo ilógico entonces es el amor, eso que se ha nomenclado así, que es tan ilógico entonces, tan falto de razón, tan caprichoso y desmesurado y asesino de mentes.
Se sueña con un abrazo en algún lugar, un entendimiento mutuo, un beso en la mejilla como antes, una voz y un tono, un olor cálido y dulce más alla, sin ningún dedo y para siempre.
El despertar es un respiro con el sol detrás augurando algo, que si bien puede no ser próspero, el reloj ya habrá avanzado un poco más, y el cementerio de imágenes habrá perdido algún archivo con el viento.

09 febrero 2007

Un peso

Y de tanto caminar, se nos quebraron las manos.
Y la voz que supo ser armoniosa
se volvió aguja en cada queja.
Es que el orgullo me pasaba de lado
entonces yo retiraba una opinión.
Pero las agujas volvían y cuatro manos cayeron al unísono
en una nefasta coreografía.


02 febrero 2007

había

La puerta no hizo ruido pero sentí con fuerza que estaba ahí. Nunca perdí la conciencia, más bien la cordura. Pero la repulsión es energía. yo no se cómo, pero me subí encima de él, vi la sangre antes de que empezara a correr, vi heridas y dientes que eran míos clavados en la carne desprendida. Yo no sabía si estaba bien, sólo sentí que debi hacerlo. Había centenares de trajes azules. Ninguno me asustó lo suficiente para dejar de correr. Una espada me atravesó el pecho. Quien quitara esa espada sería mi verdugo. ¿quien querria verme desangrar, otra vez?

Había sangre

La muerte como incentivo

A veces cree que el tiempo se alía con los espejos, o mejor dicho, los reflejos.
Un día se mira y ve atrás años y luces, el camino angostándose. Otras veces el reflejo trae en sí la mugre, la desdicha del mortal, la condena finita y su rostro avejentado.
Si El circo no tuviese final, la agonía sería mucho peor, como toda eternidad.
Es cierto que uno no hace nada, es muy probable, cuándo tiene tiempo de sobra. Ese enemigo personal que es la pereza es el que nos trae la muerte en vida. Aquel que teje las telarañas de la dejadez avivando ese circuito al que el hombre es tan vulnerable: la comodidad y la rutina. Sino a qué se debe el contento? Un logro, una perspectiva, una meta y un reloj que corre. La dicha es dicha porque hay un final. Aquel inmortal jamás será feliz. No hay nada que romper.
El extasis de salirse de los engranajes tan sólo viene de la mano de la locura.
Si de todos modos alguien nos va a condenar por algo, yo elegiría que fuese por haber perdido un caramelo del tarro.

O dos.