13 junio 2007

Atornillar

Destornillándose la cabeza encontró dentro piezas lúdicas sueltas, la gran mayoría parte de un rompecabezas. El mayor enigma que se le presentó entonces fue el de sentirse gozoso frente a tal hallazgo, aquel sinfín de lazos rotos a punto de vomitar su parte más categórica.
(Y lo de enigma lo digo por su constante angustia ante la mayoría de las situaciones emotivas).
En este caso un quiebre fue el determinante de todo, dejando a la luz la más pequeña pieza a gusto con su función y en armonía con un resto aparentemente desdibujado.
Entendió, una vez que comenzó a agrupar las fichas por sectores, que el trazo más fino de su pasado era el de aquel laberinto racional, que desde ya no podría olvidar, (ni se atrevería a intentarlo) que desembocaba en una pieza más llamativa:
Un símbolo algebraico en rojo, un ¿número? que aún no descrifra pero sabe que está y que importa, porque todo constituye Parte de una Parte, y la peor parte es sentir que no hay todo que termine de serlo por sí mismo, sin necesitar de otra Parte, en alguna parte.
No se atrevió a realizar más movimientos y se limitó a atornillar en silencio.

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